lunes, 21 de diciembre de 2009

TESTIMONIO DE LAS VICTIMAS EN EL JUICIO POR LOS CENTROS ATLETICO, BANCO Y OLIMPO

Carlos Pisoni, militante de H.I.J.O.S, se paró frente a los represores del Primer Cuerpo de Ejército para exigirles que “si les queda algo de valentía” informen sobre el destino de los desaparecidos. Toda la sala lo aplaudió de pie.

Por Diego Martínez

“Me hubiera encantado que mi papá me enseñara a hacer un asado, recibir caricias de mi mamá, gritar los goles del Enzo con mi viejo y tener un hermano”, confesó Carlos Pisoni, militante de H.I.J.O.S., frente a los represores del Primer Cuerpo de Ejército. “Fuimos muchos quienes sufrimos esas pérdidas”, aclaró, y celebró que “los responsables estén sentados en el banquillo”. Cuando concluyó sacó una foto con rostros de desaparecidos de los centros Atlético, Banco y Olimpo, incluidos sus padres, con quienes compartió sólo 37 días, y les habló a los imputados: “Lo único que les pido, si les queda algo de valentía, es que digan dónde están los cuerpos. Todavía tienen la oportunidad”, les advirtió, mirándolos a los ojos. Toda la sala lo aplaudió de pie.
El subsuelo de Comodoro Py estuvo ayer colmado. Salvo tres allegadas a los policías, el resto eran sobrevivientes, familiares y amigos de las víctimas, todos sentados gracias a los lugares vacíos destinados a la prensa. Cuando Delia Barrera se aprestó a dar testimonio, con la foto de su marido en la mano, varios represores prefirieron retirarse. Esposados en parejas, cantando bajito, se fueron Julio Simón, Samuel Miara, Ricardo Taddei, Raúl González, los gendarmes Guillermo Cardozo y Eugenio Pereyra Apestegui y el agente de inteligencia Raúl Guglielminetti.
“Hace 32 años espero este momento”, aclaró Barrera, que estuvo 92 días en Atlético. Su compañero Hugo Scutari, militante de la JUP y delegado del Banco Nación, fue secuestrado el 5 de agosto de 1977. Minutos después una patota encabezada por Juan Carlos Falcón, alias Kung Fu, se la llevó de su casa. En Atlético pasó a ser “H26”. Le pusieron antifaz y le ataron los pies con cadenas y candados. “Primero me desnudan y me largan un perro ovejero. Luego me golpean en la cabeza y el estómago, me hacen agarrar un cable con electricidad”, recordó, y enfatizó el rol de Falcón, que criticaba a otros torturadores porque, decía, “no saben cómo se pega”. De los presentes padeció con certeza a dos: “El Fuhrer (Eufemio Uballes) nos hacía gritar ‘Heil, Hitler’ en las torturas”, dijo. “A Doctor K (Eduardo Kalinec) lo vi en la enfermería. Me dijo ‘tenés la costilla fisurada pero no te vendo porque te vas a ahorcar’”, recordó.
El 20 de septiembre tuvo el último contacto con su compañero. “Sé fuerte y no me abandones”, fueron sus últimas palabras. Luego les negaron un abrazo de despedida. “Quedate tranquila, va a una granja de recuperación”, le mintió el comisario Antonio Fioravanti, que murió impune en 1985. Cuando las preguntas concluyeron, Delia contó que honraba por séptima vez el compromiso de dar testimonio asumido en cautiverio. Luego se dirigió a sus torturadores. “Sepan bien que no cumplí con el mandato de silencio, que no pudieron quebrarme y que voy a seguir hasta el último día”, prometió. Les aclaró que la acompañaba la familia que formó al ser liberada pero también su primer compañero y los desaparecidos que conoció, y leyó sus nombres. Cerró con un pedido a los jueces: “No nos abandonen”.

“No sé cómo caminaban”

“Me arrancaron de los brazos de mis viejos cuando tenía 37 días”, arrancó Carlos Pisoni, con pañuelo de H.I.J.O.S. en el cuello. Su padre Rolando, de 29 años, estudiaba ingeniería y militaba en la JUP. Su mamá, Irene Bellocchi, 27 años, era delegada en el Banco Galicia y militaba en la JTP. “Desaparecieron porque eran militantes. En H.I.J.O.S. estamos orgullosos de nuestros padres y no reivindicamos su lucha como utopía, sino que perseguimos sus objetivos: no queremos pibes muertos de hambre”, aclaró Pisoni, miembro del Observatorio de Derechos Humanos de la ciudad.
“Gracias a sobrevivientes pude saber que despojaron a mis padres de su identidad: pasaron a ser H24 y H25”, relató, y volvió al significado de ser hijo de desaparecidos. “No recuerdo sus voces, no tengo la imagen de ellos en mi retina, no sé cómo caminaban”, explicó a los jueces. “Puedo dar testimonio gracias a una vecina que me llevó con mi abuela. Gracias a esa vecina, a quien me gustaría conocer (el operativo fue el 5 de agosto de 1977 en Mármol 483), no soy uno más de los pibes robados”, aclaró.
Testigo y querellante, Pisoni recordó la trilogía “Dios, Patria, Hogar” invocada por los militares y juzgó “incongruente que una persona de moral cristiana pueda cometer el pecado más grande para un creyente, como es matar, matar y matar”. Lamentó “el rol de la Iglesia que los confesaba”, destacó que “hay centenares de Von Wernich” y diferenció a “la Iglesia cómplice de la verdadera, la de Mujica, Angelelli y los palotinos, que sufrió tortura y desaparición como nuestros viejos”.
Su abuela, Aurora Zucco de Bellocchio, pañuelo de Madre de Plaza de Mayo en la cabeza, confesó que desde que recibió a su nieto “supe que iba a estar siempre pegado a mi corazón”. Contó que tras los secuestros recibió un llamado de Rolando para preguntarle si le habían dado a su hijo. “Estoy tranquila porque sabemos que mamá tiene al nene”, le dijo Irene a un sobreviviente, que en los ’80 ubicó a Aurora. La mujer diferenció también las caras de la Iglesia: su asesor espiritual Fernando Carballo le dijo “El que las hace las paga”; el cura Jorge Aguiar aceptó dar una misa por desaparecidos, pero él mismo desapareció antes de concretarla. “Al tiempo me contó que se despertó en un psiquiátrico del sur bonaerense”, recordó. “No pensaba que este momento iba a llegar”, confió a los jueces. Lamentó “el abandono que sufrimos por gran parte del pueblo” y expresó su deseo “de que esta Justicia haga lo que debió haber hecho muchos años antes”.

martes, 15 de diciembre de 2009

María Esther Vizcayar de Tello encara a los genocidas por el destino de sus tres hijos.

Madre de tres desaparecidos reclamó a sus torturadores conocer el destino que corrieron sus hijos (*)


Pasadas las diez se convocó a un cuarto intermedio hasta las pesadas y húmedas dos de la tarde en Buenos Aires. Media hora más tarde de lo pronosticado, comenzó lo interesante: previo a las indagatorias, la Secretaría informaba de un tímido pedido de los imputados de “trasladarse a una sala contigua.” (imaginé entonces al director de un film de terror que, luego de acabada su película, suplica que le venden los ojos para no ver las escenas más cruentas). Inmediatamente, un murmullo de repudio y desprecio salpicó la sala, por lo que las causas de esa pretensión quedaron sumergidas bajo el peso de frases como:
“Cobardes. Para torturar estaban presentes.”
“Serán cobardes hasta el último día de su existencia.”
Y otras mucho menos indulgentes como para transcribir en esta crónica.
Luego de ser aceptado el mísero pedido por la presidencia del Tribunal, los acompañantes de los represores, miembros del Servicio Penitenciario Federal, esposaron a los reos con extremo cuidado –cual pequeña que viste a su muñeca con chocantes artefactos- y los llevaron fuera de la sala por una puerta lateral, cercana al estrado. Nadie volvió a verlos pero permanecían “en el ámbito del Tribunal”, según la jueza. Sólo quedaron presentes los inculpados Roldán, Donocik, Kalinec y Avena, quienes no adhirieron a la solicitud de escape.


María y sus hijos




Acto seguido, María Esther Biscayart de Tello hizo su ingreso a la sala con pasos cortos y firmes, y brindó su memoria para ser indagada respecto a las sucesivas desapariciones de sus hijos Mariano, Pedro Daniel y Rafael, todos de apellido Tello.
Un dato curioso, impactante: luego de la lectura del artículo 275 (que prevé el delito de falso testimonio) y la correspondiente toma de juramento, el secretario consultó a la interrogada acerca de si posee un vínculo de amistad o enemistad con las personas imputadas en este proceso, cualidad que afectaría su capacidad para declarar. Dirán los especialistas que es un formalismo que proviene de añares de tradición judicial, pero, pregunto –si es que nos queda algún residuo de sentido común y vale la pena arrojarlo sobre la mesa- ¿qué necesidad hay de hacer informar a una madre de cuatro desaparecidos que no desprecia, que no considera enemigos, a los captores de sus hijos?
Las respuestas de María fueron precisas y seguramente será de los testimonios más contundentes para la resolución del caso. Narró sucesos que parecían esculpidos a fuego eterno en su memoria, sin titubeos ni contradicciones, aportando un cúmulo de nombres, fechas, y precisiones. Con la seguridad que le otorgaba el inadmisible olvido, y por momentos, con lo que parecía una garganta bañada en lágrimas, María Esther les exigía a sus hilos de voz dar testimonio completo.
Un resumen de lo narrado por María a lo largo del extenso interrogatorio:
El 31 de mayo de 1978 María Esther Biscayart de Tello no estaba en el país. Sus hijos Mariano, Pedro y Rafael, sí y eran arbitrariamente secuestrados. Residiendo en Francia, ella conoce la noticia gracias a la carta de un gran amigo de la familia, Alfredo Cerami, quien advierte que, no conformes los militares con el secuestro y el saqueo de sus casas – que duró una semana entera-, también se habían llevado a sus esposas. Antes de que suceda esto, su hijo Marcelo, también había sido desaparecido dos años atrás, en Córdoba. Se comenzaron -por gestiones de la tía- recursos de habeas corpus y otros procedimientos para encontrarlos. En tanto, María, desde Francia, acudía todos los jueves a la Embajada argentina para lograr una audiencia con el cónsul. Semana tras semana, recibía la información de que nadie podía atenderla. “Sabía que el único recurso para sobrevivir al drama era la esperanza. Aprendí a esperar”. Cuenta que fueron manifestaciones infructuosas, pero útiles para reconfortarse. La acompañaron, luego de una gran difusión en la prensa, personalidades del cine, de la política, del arte. Presentó denuncias ante Amnistía Internacional y en la justicia francesa, así como también buscó el apoyo de la central de trabajadores de ese país.


Empresarios & militares


Pablo Daniel estudiaba en la Facultad de Arquitectura de La Plata y tuvo que comenzar a trabajar, al igual que Rafael –que hacía lo propio en Filosofía y Letras- porque luego de la muerte de su padre, “los recursos eran difíciles de distribuir”. Ellos habían asumido “la defensa de los derechos del trabajador y los más desposeídos” luego de vivir un tiempo en el campo y ver “las pequeñas explotaciones rurales”. Su padre, además de periodista, era sindicalista y había trabajado en Amour. Los dos hijos escribían cartas periódicas a su madre contando de sus vidas. En una de ellas, Pablo Daniel le manifiesta que el cuerpo de delegados de los Astilleros del Río de la Plata –lugar donde él trabajaba- desapareció (María aclara que eran los propios empresarios los que entregaban las listas internas a los militares). Poco tiempo después Pablo y Rafael también eran víctimas. Los testigos del secuestro cuentan que ambos fueron apresados de su lugar de trabajo -que pertenecía al arquitecto Jorge Harst- por vehículos sin chapa identificatoria. Los pusieron dentro del baúl. La primera tortura que sufrieron, camino al campo de concentración, fue un simulacro de fusilamiento. Tan real fue el simulacro, que los compañeros de trabajo fueron a darles el pésame a sus esposas luego de ser liberadas. Esto fue posible solo porque quince días después del secuestro, también fueron liberadas de noche, en una ruta, la esposa de Pablo Daniel y la de Rafael. Una de ellas contó que le asignaron un número en vez de un nombre, con el fin de eliminar su identidad. Como si fuese poco, también la obligaron a ver la tortura de su marido y de su cuñado.
En ese mismo campo de concentración al que llevaron a los hijos de María se encontraba Roberto Tito Ramírez, “en calidad de esclavo. Ya en libertad, viajó a Francia, y pidió ver a la madre de sus compañeros de tortura. Pero María no lo conocía, y estando al tanto del caso Astiz, se cuidaba de las infiltraciones, por lo que pidió que acuda a una de esas tantas caminatas hacia la embajada, con el fin de que otras personas lo reconozcan. Tito le dirá después: “Yo también hubiese desconfiado.” Tito, durante tres días, relató ante un tribunal francés todas las torturas a las que había sido sometido. Contó también que en una de esas tantas tandas de morbosidad, fue arrojado inconsciente en un pasillo. Luego de un tiempo escuchó unos pasos. Le dijeron: “Quedate tranquilo. Somos los Tello” En ese instante María se emociona y cuenta como “en las condiciones más atroces sus hijos conservaron un trozo de humanidad para ser solidarios.”
Luego de los tres días de testimonio, el juez se levantó y abrazó a María. Tito le dijo: “Gracias por los hijos que nos diste”. Según ella, fue uno de los momentos más intensos de su vida. Se pregunta ahora si ese tipo de emociones pueden tenerlas los represores. Culmina, muy segura: “Para mí las tienen negadas”.


Nobel Cóndor

En una de sus visitas a Francia, el inconsistente Premio Nobel de la Paz, Henry Kissinger fue llamado a prestar declaración por el juez Leloir - el mismo que había escuchado las declaraciones de Tito Ramírez- por un documento en el que expresaba “autorizar la represión en Argentina” y también por el Plan Cóndor (por el cual, entre la CIA y las dictaduras latinoamericanas, se coordinaba el secuestro de personas) Kissinger logró escapar de su hotel, sin expresar onomatopeya alguna.
María, lindando el fin de su declaración, dice: “Acá estoy. En la culminación de mis reclamos, aunque faltan otros. Mis hijos tenían derecho a organizarse para derribar la dictadura y yo también haré uso de mis derechos para informarme del paradero de mis hijos y por el reconocimiento del cadáver de Marcelo. Ellos saben que hicieron con los desaparecidos. Como ciudadanos de este país –si es que se consideran ciudadanos- tienen la obligación de contarlo.”
En ese momento, la abogada por la defensa, la doctora Corbacho pregunta a María si conoce las leyes de reparación para los familiares o las víctimas del terrorismo de Estado. “Sí, las conozco. Repiten el procedimiento de lo que hicieron en Alemania con los judíos.
Cuando termina su testimonio, María sale emocionada de la sala, y es recibida por otras Madres, que con pañuelos en la cabeza, la abrazan. Mientras, la audiencia también aplaude.

El siguiente testigo fue más escueto. Marcelo Damián Senra contó que su padre trabajaba en ENTEL, que era delegado sindical y no estaba afiliado a ningún partido político. A pesar de tener nueve años en el momento del secuestro, sabe que pasó por el Olimpo, según lo que pudieron contarle amigos íntimos en un reencuentro, muchos años después. Sus padres estaban separados. En el momento del secuestro, su papá vivía en casa de su abuela, en Darragueyra y Paraguay, en el barrio de Palermo.

Según la abogada Claudia Ferraro, integrante de la querella, los elementos salientes de los testimonios de hoy dan cuenta de la lucha en el exterior de las Madres. También destacó que se pudo reconstruir la desaparición de tres obreros de fábricas de Buenos Aires, lo que dice, da la idea de todo un método.

(*) Fuentes varias : La vaca, Agencias, etc. 


Mas informacion sobre los desaparecidos franceses en el sitio de la familia DOMERGUE

 

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Once imputados se niegan a declarar


Un renovado pacto de silencio

Alineados frente al Tribunal Oral Federal 2, los militares, gendarmes y policías acusados por su actuación en el Atlético, El Banco y El Olimpo no hicieron uso de la palabra. Esta vez, las cámaras pudieron registrar los rostros de los victimarios.

Por Diego Martínez

El pacto de silencio se mantiene. Once imputados por crímenes de lesa humanidad en el Primer Cuerpo de Ejército que juzga el Tribunal Oral Federal 2 (TOF2) respondieron ayer que, por consejo de su defensora oficial Verónica Blanco, no iban a prestar declaración indagatoria. La jornada tuvo un comienzo inusual para la historia de los juicios a represores en Comodoro Py: una docena de fotógrafos y camarógrafos retrataron durante cinco minutos, antes del comienzo, a Guglielminetti, Simón & Cía. El proceso por secuestros y torturas en el circuito Atlético-Banco-Olimpo continuará el lunes, cuando el TOF2 les conceda la palabra a los imputados que tienen abogado particular: el capitán Enrique Del Pino y los policías Samuel Miara, Eufemio Uballes y Roberto Rosa.

Cuando el gendarme Guillermo Cardozo pasó al frente, el resto de los imputados debieron abandonar la sala, esposados de a dos. La jueza Ana María D’Alessio le explicó que no estaba obligado a declarar, que no debía prestar juramento y que no se usaría el silencio en su contra.

–¿Entendió los hechos motivo de la imputación?

–No voy a declarar –se apuró el gendarme.

Con tono cordial, D’Alessio le explicó que debía responderle.

–Lo he entendido –se explayó.

Dio sus datos personales, ratificó la negativa y durante una hora escuchó su indagatoria en instrucción. Tras el Mundial de 1978, el coronel Roberto Roualdes lo designó en el Destacamento Móvil 1 de Gendarmería para “dar seguridad al lugar de reunión de detenidos en Lacarra y Falcón”, léase Olimpo. Debió “preparar a cuarenta hombres para dar seguridad” ante “posibles ataques subversivos”, dijo, y agregó que Roualdes le aseguró que eran “detenidos en transición” que “iban a recuperar su libertad”. Su mayor desafío fue enfrentar “la desmoralización de mi fuerza” por la mala comida, la falta de lugar de alojamiento y el maltrato de militares y policías que los consideraban “negritos del interior”. Fechó el “repliegue del personal” en enero de 1979, tras el último traslado de El Olimpo. “Gendarmería no tenía responsabilidad sobre terroristas detenidos” y tampoco sobre “la destrucción de documentos que probarían mi inocencia”, dijo. “No cometí delitos, simplemente cumplí con mi deber”, concluyó.

El comisario Raúl González dijo al pie de la letra las dos frases que le indicó su abogada: “Por pedido expreso de mi defensa me niego a declarar” y “Mi domicilio es la unidad penal de Marcos Paz”. En las declaraciones que le leyeron aseguró no haber conocido centros de detención. “Cumplía funciones técnicas, como oficial de comunicaciones”, agregó. Negó conocer los alias de los represores, excepto el de Julio Simón, “Turco Julián”, por las entrevistas en televisión.

Raúl Guglielminetti se presentó como “comerciante”. Dijo haber sido “empleado civil del Ejército durante cuatro años”, periodista en Neuquén y hombre abocado a “actividades privadas” en Estados Unidos y España.

–¿Va a prestar declaración? –preguntó D’Alessio.

–No en este momento, señora presidenta –dijo.

Su indagatoria en instrucción fue breve. “No tenía acceso a lugares operativos y no me consta que los mencionados lo fueran”, dijo luego de ser detenido en su quinta La Mapuche, de Mercedes.

Luego se leyó la declaración de Juan Carlos Falcón, custodio del ministro del Interior Albano Harguindeguy hasta 1982, detalle que “me convirtió en un blanco fácil”, dijo. Explicó que apodaban Kung Fu a todos los karatecas del Círculo Policial, pero que no fue él quien actuó en cautiverio, adjudicó la confusión al inspector Peregrino Fernández, ayudante de Harguindeguy en 1976, y aseguró que el Kung Fu torturador fue el suboficial Luis Armando Galarce, porque “estuvo en el departamento Situación Subversiva”. Por la tarde, luego de un cuarto intermedio, ratificaron su silencio el gendarme Eugenio Pereyra Apestegui, el penitenciario Juan Carlos Avena y los policías Simón, Eduardo Kalinec, Luis Donocik, Oscar Rolón y Ricardo Taddei.


Gacetilla de Prensa


9/12 : COMIENZAN LAS INDAGATORIAS DE LOS 17 REPRESORES

DEL CIRCUITO REPRESIVO ATLÉTICO-BANCO-OLIMPO


Comenzarán hoy a ser indagados los 17 represores que participaron en los centros clandestinos de detención Atlético, Banco y Olimpo.

Después de tres semanas (dos jornadas por semana) de iniciado el juicio oral y público, el Tribunal Oral Federal 2 comenzará con la ronda de indagatorias a los represores. El debate comenzará este miércoles 9 a las 9 en los tribunales de Comodoro Py 2002 con la participación de 47 querellas de organizaciones y particulares.

El miércoles pasado, después de terminar de leerse el requerimiento de elevación a juicio y de resolver no hacer lugar a los planteos de las defensas de los genocidas que apuntaban a dar marcha atrás con el juicio, el TOF 2 permitió que la mayoría de los represores permanezcan en el penal Marcos Paz mientras no sean ellos los que sean indagados.

De este modo el tribunal hizo lugar al planteo de la defensa que pidió que a sus defendidos no se los traslade a la sede del tribunal teniendo en cuenta que “deben permanecer en la alcaldía durante toda la realización de las audiencias y no es un lugar adecuado para permanecer largas horas” (sic).

De modo tal que este miércoles no estarán presentes ni en la audiencia ni en las cercanías de la sala aquellos represores que no presten declaración indagatoria.

Las acreditaciones se realizan media hora antes de que comience la audiencia en la ventanilla del TOF 2 en el sexto piso de Comodoro Py.

LOS GENOCIDAS

1- Samuel Miara, Policía Federal Argentina, Alias “Cobani”.

2- Oscar Augusto Isidro Rolón, Policía Federal Argentina, alias “Soler”.

3- Julio Héctor Simón, Policía Federal Argentina, alias “Turco Julián”.

4- Raúl González, Policía Federal Argentina, alias “Mayor Raúl” o “El Negro”.

5- Juan Carlos Avena, Servicio Penitenciario Federal, alias “Centeno”.

6- Eufemio Jorge Uballes, Policía Federal Argentina, alias “Anteojito Quiroga” o “Führer”.

7- Eduardo Emilio Kalinec, Policía Federal Argentina, alias “Dr. K”.

8- Roberto Antonio Rosa, Policía Federal Argentina, alias “Clavel”.

9- Juan Carlos Falcón, Policía Federal Argentina, alias “Kung Fu”.

10- Luis Juan Donocik, Policía Federal Argentina, alias “Polaco Chico”.

11- Guillermo Víctor Cardozo, Gendarmería Nacional, alias “Cortés”.

12- Eugenio Pereyra Apestegui, Gendarmería Nacional Argentina, alias “Quintana”.

13- Raúl Antonio Guglielminetti, ex agente civil de inteligencia del Ejército Argentino, alias “Gustavino” o “Mayor Gustavino”.

14- Ricardo Taddei, Policía Federal Argentina, alias “Cura” o “El Padre”.

15- Enrique José Del Pino, capitán del Ejército Argentino, Batallón de Inteligencia 601, alias “Miguel”.

16- Carlos Alberto Roque Tepedino, Jefe del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército Argentino.

17- Mario Alberto Gómez Arenas, Segundo jefe de la Central de Reunión del Batallón de Inteligencia 601.

EL TRIBUNAL

El Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nro. 2 estará a cargo de este juicio, integrado por los jueces Dr. Jorge Alberto Tassara (presidente del tribunal), la Dra. Ana María D´Alessio, la Dra. María Laura Garrigós de Rébori, y la Dra. María del Carmen Roqueta (4° juez).

LOS COMPAÑEROS

En este juicio se tratarán los delitos cometidos contra 184 compañeros. Por el homicidio de dos de ellos y la privación ilegal de la libertad de un menor se juzga a seis represores; por la privación ilegal de la libertad y tormentos de 181 compañeros, se acusa a quince.

Por todo esto decimos: ¡Conde a todos los genocidas! ¡Justicia para todos los compañeros!

Contactos de prensa:

AEDD - Dra. Elea Peliche: 1554287881

APEL - Dra. Claudia Ferrero: 1556045905

CODESEDH - Dra. Liliana Molinari: 1551766480

justiciaya2004@yahoo.com.ar

Justicia YA! Buenos Aires

Justicia YA! Buenos Aires está integrado por Asociación Anahí, Abogados Laboralistas de Izquierda (ALI), Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos; Asociación de Profesionales en Lucha (APEL); Centro de Abogados por los Derechos Humanos (CADHU); Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH); Comisión de Homenaje a los Desaparecidos y Mártires Populares; Comité de Acción Jurídica (CAJ); Comité de Defensa de la Etica, la Salud y los Derechos Humanos (CODESEDH); Comisión de DDHH de Uruguayos en Argentina; Comisión de DDHH del Partido Comunista; Comisión por los DDHH de Trenque Lauquen; Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI); Fundación Investigación y Defensa Legal Argentina (FIDELA); H.I.J.O.S. Regional Oeste; Instituto de Relaciones Ecuménicas; Liberpueblo; Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH); Vecinos de San Cristóbal contra la Impunidad.


martes, 8 de diciembre de 2009

Hoy : 9/11 hablarán los represores



EL TOF 2 ESPERA ESCUCHAR A OCHO DE LOS QUINCE IMPUTADOS POR SU ACTUACION EN CENTROS CLANDESTINOS

Los represores tienen la palabra

Policías, gendarmes y militares podrán pararse hoy frente al tribunal y argumentar su defensa por la represión en El Olimpo, el Banco y el Atlético. Raúl Guglielminetti y el Turco Julián son dos de los convocados a hablar.

Por Diego Martínez

Hoy a partir de las nueve, en el subsuelo de Comodoro Py, el Tribunal Oral Federal Nº 2 (TOF2) les dará la palabra a once imputados por crímenes de lesa humanidad en centros clandestinos de la ciudad de Buenos Aires, incluidos Raúl Guglielminetti y el policía Julio Simón. Por primera vez desde 2006, luego de cinco juicios sin reporteros gráficos en la sala y del escándalo del sexto, cuando un secretario del TOF5 cubrió con sus manos la cámara de la agencia Télam, hoy sólo dependerá de los canales de noticias que la sociedad pueda conocer el rostro y la voz de policías, gendarmes y militares acusados por cientos de secuestros, torturas, violaciones y homicidios durante la dictadura. La decisión de los jueces Jorge Tassara, María Laura Garrigós de Rébori y Ana María D’Alessio implica cumplir con la acordada sobre publicidad de juicios de alta trascendencia pública que la Corte Suprema de Justicia dictó el año pasado en respuesta a las prohibiciones del TOF5, el mismo que el viernes, con un criterio que aún se desconoce, comenzará a juzgar a Astiz, Acosta & Cía.

El juicio por delitos de lesa humanidad en los centros Club Atlético, Banco y Olimpo, que funcionaron bajo la órbita del Primer Cuerpo de Ejército, tiene en su primera etapa quince imputados. Mañana tendrán la palabra los once que tienen defensa oficial, a cargo de Verónica Blanco. El más conocido es el único civil: el agente Raúl Guglielminetti, famoso por los secuestros extorsivos a comienzos de los ’80 y ex custodio del presidente Raúl Alfonsín. En Olimpo se hacía llamar “Mayor Rogelio Guastavino”, se hacía planchar el uniforme de gala y lustrar los zapatos por los secuestrados, y daba órdenes como virtual jefe del campo, en nombre del coronel Enrique Ferro. Guglielminetti afronta su primer juicio por crímenes de lesa humanidad. Le esperan varios más.

No menos célebre, pero con menor prestigio entre sus pares, también podrá declarar el policía Julio Simón, alias Turco Julián, que ya tiene dos condenas en el haber: por el secuestro y las torturas del matrimonio Poblete, en 2006, y como miembro del Batallón 601 el año pasado. Simón concedió entrevistas en televisión mientras se supo impune, durante veinte años, pero se llamó a silencio desde que se anularon las leyes de impunidad y comenzó a deambular por tribunales. Durante las audiencias se limita a negar las acusaciones con la cabeza y a pedir permiso para ir al baño, siempre aquejado por sus problemas de próstata.

El resto de los represores que caminarán hasta el banquillo darán sus datos y responderán si desean o no prestar declaración indagatoria son desconocidos para la sociedad. Los gendarmes Guillermo Cardozo, alias Avena, y Eugenio Pereyra Apestegui, alias Quintana, son de los pocos que hablaron durante la instrucción: dijeron que sólo cumplían “funciones de seguridad en un objetivo militar”. Los sobrevivientes los recuerdan adentro del Olimpo: a Quintana con gomina y tacos, por su complejo de petiso, obligando a los secuestrados a hacer esfuerzos físicos, escuchar discursos de Hitler y canciones de Nino Bravo. El comandante Cardozo también se dedicó a adoctrinar en Campo de Mayo a los guardias de los centros clandestinos para que no hablaran del tema con nadie.

Además del penitenciario Juan Carlos Avena, alias Centeno, el resto son todos policías. Eduardo Kalinec, alias Doctor K, siguió en funciones hasta hace apenas cinco años. Ricardo Taddei se apodaba Padre o Cura por sus delirios místicos: se ofrecía como confesor en cautiverio y hasta llevó un televisor al Olimpo para que los secuestrados vieran la misa de domingo. El comisario Raúl González, alias Negro o Mayor Raúl, era segundo jefe del campo y participaba de interrogatorios junto con Oscar Augusto Rolón, alias Soler. El karateca Juan Carlos Falcón, alias Kung Fu, ex custodio de Albano Harguindeguy antes del golpe de Estado, solía abusar de las mujeres secuestradas. Luis Donocik, alias Polaco Chico, integraba el grupo de guardias que se denominaban “candados”, responsables de impedir que los secuestrados hablaran y de trasladarlos a la sala de torturas. Mañana será su turno. El lunes tendrán la palabra los otros cuatro acusados.