domingo, 14 de marzo de 2010

Aldo Tartaglia: “que el alma de los represores se pudra en el infierno”

DECLARÓ EN EL JUICIO Y SIGUE LA BÚSQUEDA DEL HIJO DE LUCÍA
 
Victoria: los familiares de Lucía Tartaglia vivieron una semana de fuertes emociones. Su hermano Aldo, declaró en el juicio contra los represores que la mantuvieron en cautiverio y fueron responsables de su desaparición. “Se me cruzó (la imagen) mi hermana sonriente, y les hice la V de la victoria. No sé por qué lo hice. No fui yo, fue mi hermana”, le contó a El Diario. Aldo, Junto a su hermana Graciela y su sobrina Lucía, que lleva el nombre en honor a su tía desaparecida, recorrieron las instalaciones del Olimpo y la Esma.
 
“Deseo que el alma de los represores se pudra en el infierno”, dijo Aldo Tartaglia. A su lado, su hermana Graciela, asiente. Son los hermanos de Lucía Tartaglia y todavía tienen esperanzas de encontrar al hijo de la desaparecida pampeana que nació en cautiverio durante la última dictadura militar.

El miércoles, Aldo declaró en los tribunales porteños de Comodoro Py en el juicio contra quince represores que actuaron en el garaje “Olimpo”. Ese centro clandestino fue el último lugar de detención de Lucía. De allí salió con dolores de parto hacia el Hospital Militar. Nunca volvió.

Aldo contó ayer que cuando se sentó a declarar el represor Oscar Rolón lo miró fijamente con frialdad. El mantuvo la mirada. Cuando se levantó de la silla, después de dar su testimonio, pasó delante de él para salir de la sala y lo saludó con los dedos en “V”. Entre el público, madres y abuelas de Plaza de Mayo lo aplaudieron.

“No sé porqué lo hice. Se me cruzó mi hermana sonriente. No fui yo. Fue fue Lucía”, contó ayer Aldo mientras las lágrimas surcaban su rostro. Tiene 54 años. Graciela, 55. Lucía era la mayor, hoy tendría 56.

“Mientras estemos con vida lo vamos a buscar. Después capaz serán nuestros hijos que buscarán a su primo. Pero no vamos a bajar los brazos, cueste lo que cueste”, aseguró Graciela (55) acerca del niño o niña que Lucía tuvo en cautiverio. No tienen ningún dato certero, sólo saben que nació a principios del año 1979 y que ella quería que se llame María Victoria o María Laura si era nena o Sebastián si era varón.

-¿Por qué después de declarar fueron a visitar las instalaciones del Olimpo (actualmente en manos de agrupaciones de derechos humanos)? -preguntó El Diario a Aldo.

-Mi hermana ya lo conocía. Yo me había prometido ir. Si no iba era algo imperdonable.

-¿Qué se el cruzó por la cabeza?

-Mi deseo era ir y gritar con todo el nombre de mi hermana. No se por qué. Pero lo hice. Vi donde dormía mi hermana, donde la torturaban, esas paredes están impregnadas de los gritos de dolor, de llanto, que siempre pidieron piedad o clemencia y los torturadores seguían torturando o asesinando gente.
 
-¿Cual es su deseo en este momento?

-Encontrar a mi sobrino o sobrina y a los restos de mi hermana. Después de eso, que el alma de los represores se pudra en el infierno, nada más. Y que nunca más vuelva algo así en la Argentina.
 
-¿A pesar de los años que transcurrieron tiene esperanzas de encontrar al hijo de Lucía?

-Si. Es lo último que se pierde.

-¿Qué piensa de las actitudes que toma la sociedad sobre estos casos?

-Hay algunos que siguen la causa, recuerdan a los desaparecidos; otros tratan de olvidar o de hacerse los distraídos; y otros reivindican al golpe de estado. Es triste, con tantos golpes militares que hemos tenido volvemos a cometer los mismos errores. La única forma de que un país avance es la democracia, aunque haya algunos que no les guste quien está en el poder. Es la única forma de vivir en armonía.
 
-¿Qué le llamó la atención del juicio?

-Cuando ingresé lo primero que me impactó fue que el represor Rolón, con su traje impecable, me miraba fijo y yo lo miré fijo hasta que me senté. Me pregunto si esos trajes son producto de los botines de guerra de cuando iban a secuestrar gente. Son una lacra humana y así van a quedar en la historia. Cuando terminé, la misma gente del tribunal me pedía que los abrazara. Y lloraban juntos conmigo. Yo no entendía nada...

-¿Por qué hizo la “V” de la victoria cuando pasó frente a Rolón?

-Aclaro que no sé porque motivo hice la “V” de la victoria. En ese momento se me cruzó mi hermana, sonriente, y entonces le hice la “V” de la victoria. Se me cruzó, se me puso delante mío. Por eso mismo le dije a Mario (Canoba) que yo no había sido. Fue mi hermana...

Dos cartas de Lucía Tartagia desconocidas por la Justicia

 Son dos las cartas de la desaparecida santarroseña Lucía Tartaglia que se conservan y que están en manos de su familia. Son las dos que el Tribunal Oral Federal 2 porteño, que juzga a los represores que secuestraron, torturaron y desaparecieron a la joven, le pidieron a su hermano, Aldo, cuando declaró el miércoles durante las audiencias ya que desconocían su existencia. Fue en el marco de las causas que investigan lo acontecido en los centros clandestinos de detención El Atlético, El Banco y El Olimpo, que funcionaron durante la última dictadura militar.

Las misivas escritas desde su cautiverio son los datos más importantes que tiene la familia para aportar a la causa. Las cartas le llegaron en diciembre de 1978 a su madre, María López, que las conservó desde entonces y habían circulado entre algunas personas durante los años 80. Según se pudo establecer, Lucía luego de ser secuestrada en noviembre de 1977 y estar en cautiverio, empezó a tener otro régimen dentro del centro clandestino de detención El Olimpo y pudo enviar y recibir correo. Tartaglia había estudiado Derecho en La Plata y era militante del peronismo revolucionario. Las dos cartas de puño y letra de la desaparecida, fueron entregadas a través de la familia de otra mujer secuestrada de apellido González. Allí Lucía les decía que estaba detenida y pedía que su madre le escribiera. La pampeana también relata en la segunda misiva su embarazo, producto de la relación con otro detenido, y que iba a dar a luz en febrero de 1979. Lo que se pudo establecer por testimonio de otros ex detenidos políticos fue que luego de nacer su hijo o hija, que hoy todavía es buscado, en el Hospital Militar, fue desaparecida por los represores.

Cartas del 78.

La primera carta está fechada el 6 de diciembre de 1978. Afirma Lucía en el texto: "Querida mamá: Después de un año puedo escribirte una carta. Estoy bien, extrañándolos muchísimo, pensando en el día en que pueda estar con ustedes nuevamente". "Estoy con un grupo de personas, todos muy macanudos, los cuales me están enseñando a vivir de otra manera, a querer cosas que antes no les daba ni pelota. ¿Vos mamo, cómo estás? ¿Seguís enferma? ¿Cuándo vas a hacer un tratamiento y te vas a curar del todo? ¿Graciela, como anda? No se casó todavía? ¿Y Lalo? (...) ¿Está hecho un hombrecito?". "¿Los negocios como siguen? Aunque con Graciela al frente me parece que la pregunta está de más ¿no es cierto? Después de un año me cuesta bastante escribir esta carta mamita, espero que tu contestación sea larga, larga y me cuentes un montón de cosas, cosas que te han pasado todo este tiempo. Necesito mucho que me escribas mamita ¡hacelo por favor!. Bueno, mamita, un beso grande a todos ustedes, a María Lis y Lilia. Los quiero mucho. Lucía", indicaba. En la post data le indicaba que le mandaba una tarjeta "pintada por gente que no tiene manos y la pinta con la boca".

Embarazo.

La segunda carta, que no se puede datar, pero sería de diciembre de 1978, días después de enviar la primera, y es más reveladora. 

Indica el texto: "(Vas a) ser abuela, voy a tener un hijo para principios de febrero. Quizás en esta época se corten las comunicaciones por que me llevan a otro lugar, pero no te preocupes que yo las voy a volver a reanudar". "¡No te caigas de espaldas por favor! ¡Digerilo despacito! Vas a ser abuela. ¿Qué tal? Y mis hermanos tíos. ¡No se lo esperaban a esto no? Estoy muy linda, peso 60 kilos o sea que he aumentado 1 kg por mes. No estoy gorda, tengo solamente panza ¡un bombo bárbaro!". "Al embarazo lo llevé medio accidentado, pues a los tres meses me tuvieron que operar de apendicitis, después me hicieron unos análisis y estaba anémica, con un tratamiento a base de calcio, inyecciones de hierro, se me pasó bastante. Después por el embarazo, tengo un pequeño soplo pero según me dijo el médico es producto del embarazo y después se me va a ir. Además tengo que andar con diuréticos, por la acumulación de líquido". "Ahora no trabajo más en la oficina, no hago nada, ya que me empezaron a joder los riñones y no puedo estar sentada más de cuatro horas. Pero aunque te haya pintado un cuadro tan tétrico, no te asustés que estoy muy bien, sólo fueron problemas que se fueron presentando durante el embarazo. Se mueve muchísimo, es un feto muy vital, por eso no tengo miedo al parto. Si es nena se va a llamar: María Victoria o María Laura y si es varón Sebastián ¿Te gustan?". "Por ropitas y esas cosas no te preocupes que tengo bastante, es la mayoría usada, pero no importa además como va a nacer en pleno verano, no necesita mucho. Yo quiero que sea varón, pero tengo el presentimiento que va ser nena". "¿Qué tal mami, con la sorpresa de fin de año que te doy? Yo le he hecho algunas batitas ¡están muy lindas! Vos mami, rezá mucho para que los dos podamos estar en casa, con vos, Graciela y Lalo y vivir los cinco bien". "La carta que me mandaste, muy linda, todo el mundo la leyó y quedó encantado con vos ¡qué flor de madre que tenés! me decían. (...) Mami, tenés que curarte y estar bien, tenés que ser la abuela y la madre más linda del mundo para cuando vayamos ¡No te dejes estar! Somos dos los que te queremos, además de mis hermanos". "Un beso grande a María Lis y Lilia, deciles que a ellos no les puedo escribir, pero que manden una hoja escrita dentro de tu carta, como lo hicieron. Por ahí, las cartas quizás tarden un poco, pero vos no te preocupes escribime apenas las recibas. (...) Un beso grande a Lalo y Graciela (los futuros tíos) y para vos un millón de besos y abrazos de tu hija que te adora y todos los días le da gracias a Dios por la madre que tiene", indicaba Lucía en su último contacto con su madre.

martes, 2 de marzo de 2010

Testimonio por Lucía Tartaglia y Enrique Sierra

Nora Beatriz Bernal, ex detenida en el CCD El Banco, declaró ante el TOF N° 2, encargado de juzgar los crímenes cometidos en el circuito ABO. Bernal, cuyo testimonio fue solicitado por Abuelas, confirmó haber compartido cautiverio con la desaparecida embarazada Lucía Tartaglia.

Apenas llegó al centro clandestino, Bernal fue atendida por Lucía, quien formaba parte del “consejo”, tal como le llamaban al grupo de detenidos obligados a realizar tareas de limpieza, enfermería y cocina. Bernal, herida en una mano durante el operativo de secuestro, le impresionó la suavidad de la mano de Lucía, en contraste con semejante horror. Su segundo y último contacto con Lucía fue al momento de ser liberada, en junio de 1978. En esta oportunidad, Bernal le pidió el sweater que Lucía llevaba puesto, y ésta se lo cedió. La testigo confirmó ante el tribunal que Lucía estaba embarazada.

“La Flaca” Tartaglia, tal como le decía su familia, nació el 6 de junio de 1953 en Santa Rosa, La Pampa. Militaba en la JUP. Fue secuestrada el 27 de noviembre de 1977 en la ciudad de La Plata. Por testimonios de otros sobrevivientes pudo saberse que también permaneció detenida en el Club Atlético y en El Olimpo y que se encontraba embarazada. Durante su cautiverio la llamaban “La Anteojo”. Lucía fue retirada del Olimpo para dar a luz a fines de diciembre de 1978 o principios del mes de enero de 1979. La joven y el/la niño/a que nació en cautiverio continúan desaparecidos.

A posteriori, los jueces dispusieron la proyección de un video del programa “Telenoche Investiga”, con espeluznantes declaraciones del Turco Julián. “El criterio general era matar a todo el mundo”, afirmó el represor en el reportaje. Con buen criterio, el tribunal decidió que el Turco Julián se quedara en la sala presenciando el video, cosa que hizo, hundido en su silla y con las manos agarrándose la cabeza.

Testimonio por Liliana Fontana y por Pedro Sandovañ

Silvia Graciela Fontana, hermana menor de una desaparecida, declaró ayer en el juicio oral contra los represores del circuito ABO. En su declaración narró el secuestro de su hermana Liliana (“Paty”) y su cuñado Pedro (“Erico”) acaecido el 1º de julio de 1977, tal como hizo en ocasión del juicio contra el ex gendarme Víctor Rei por la apropiación del hijo de la pareja, Alejandro.
Silvia detalló cómo fue la búsqueda de Paty y Erico; los hábeas corpus; la lucha de su madre Chela, una Abuela de Plaza de Mayo; los testimonios de sobrevivientes que confirmaron el nacimiento de su sobrino, y la última noticia sobre Paty brindada por un ex detenido del CCD La Perla, de Córdoba, ya sin su bebé y visiblemente maltratada.
La declaración de Silvia dejó en claro el papel decisorio del Turco Julián en el CCD Club Atlético, adonde estuvieron cautivos Paty y Erico. La fiscalía solicitó al tribunal que la mujer pudiera ver las fotos de legajo de los imputados para señalar al represor que comandó el secuestro, a lo cual las defensas de los acusados se negaron. No obstante, luego de media hora de deliberación, los jueces permitieron que la testigo observe las fotos.
Con la voz entrecortada, Silvia dijo sobre el Turco Julián: “Ojalá algún día su conciencia haga que le pueda decir a mi madre dónde está mi hermana”.

El debate oral se desarrolla los lunes, martes y miércoles por medio (ya que comparte sala con el juicio ESMA) de 9 a 17 en la sala de audiencias del Tribunal Oral Federal Nº 2, ubicada en el edificio de Comodoro Py, en el barrio de Retiro.

Juan Guillén testimonia por Trudi Hlaczik y por José Poblete


De chico Juan Agustín Guillén padeció polio y perdió parte de una pierna. Desde entonces usa prótesis y muletas. En los años 70 fue uno de los fundadores del Frente de Lisiados Peronistas (FLP), la primera agrupación de discapacitados en participar de un movimiento político. Sorprendía verlos a todos juntos en las multitudinarias marchas de esos años, cuando todavía sus problemáticas permanecían más invisibilizadas que ahora.
Guillén arrancó su testimonio –que se extendió por casi dos horas– con la imagen de su ex mujer, Mónica, embarazada de cuatro meses, exactamente el 7 de diciembre de 1978. “Ya teníamos un hijo, Juan Pablo. Fuimos a la zona de Pacífico a mirar regalos para navidad. En un momento, ella me dice que tenía ganas de llamar a la mamá. Busqué un teléfono público, ella se quedó ahí y yo le compré un ramo de jazmines. Cada vez que le compraba un ramo de jazmines algún lío teníamos”, recordó Guillén, permitiéndose una sonrisa.
–Tengo una buena noticia –dijo Mónica–. Mi vieja me contó que llamó Trudi.
Trudi era el apodo de Gertrudis Hlaczik, esposa de José Livorio Poblete Roa, otro de los fundadores del FLP. “Mónica y Trudi habían ido a la escuela juntas, eran muy amigas, pero hacía como un año y medio que no se veían”, precisó Guillén. Mónica, que era ciega, insistió en visitar a su madre esa misma tarde pese al desacuerdo de su marido. Éste, por su parte, volvió para Villa Domínico, el barrio donde vivían, recogió a su hijo de cuatro meses de lo de una vecina, lo bañó, lo durmió y se puso a leer un libro que se había comprado un rato antes en la estación Constitución.
“Estaba tan interesante el libro que no me di cuenta del paso del tiempo, dos, tres horas pasaron. En eso, la cortina se movió de una manera muy rara, seguí leyendo, levanté la vista y vi la cabeza de un hombre que se asomaba por la ventana”.
–No te muevas o te vuelo la cabeza –fue la orden, y de inmediato ingresaron a la vivienda “cinco o seis hombres” fuertemente armados–. ¿Dónde están los fierros?
–Acá no hay ningún fierro –respondió Guillén, cuyos únicos fierros eran sus muletas y su prótesis.
–¿Dónde están los dólares? –preguntaron entonces.
–¿Qué dólares? –repreguntó Guillén mientras los intrusos subían la escalera y bajaban con el niño.
–Te vamos a llevar a vos y al nene –dijo el hombre que comandaba el operativo.
Así fue. A Guillén lo esposaron, le vendaron los ojos y lo metieron a un coche. Su hijo Juan Pablo, adelante, en brazos de un represor. Cuarenta y cinco minutos después, el testigo escuchó un portón abriéndose y al vehículo estacionarse. Lo bajaron y lo condujeron hasta una oficina. De allí lo trasladaron a través de un pasillo. “Yo percibía que había varias personas pero todas en silencio –dijo Guillén–, y se sentía el olor a tabaco de filtro”. Finalmente, se detuvieron.
–Yo soy el Turco Julián –se presentó el represor.
–¿Dónde está mi señora? –preguntó Guillén.
–Contame todo.
–No sé qué quiere que le cuente.
–Ponete contra la pared.
Julio Simón, tal el nombre real del represor, comenzó a golpearlo en la espalda. Le pegó y le pegó hasta que Guillén cayó agotado. Lo encerraron en un tubo cuyo único objeto era un colchón lleno de sangre. El torturado trató de calmar el dolor en la espalda frotándose contra el frío cemento del piso. Al día siguiente los secuestradores le exigieron a Guillén que escribiera “todo”. El hombre simplemente confirmó lo que sus victimarios ya sabían: que había militado en Cristianos para la Liberación y en el FLP.
De vuelta en el tubo, Guillén conoció la rutina del centro clandestino. Luz artificial durante todo el día, el ruido de un extractor de aire, los gritos de los supliciados. “Era enloquecedor”, dijo Guillén. Cierto día, escuchó una voz conocida. Era la de Trudi Hlaczik, la amiga de su mujer. “Entonces me paré, la vi pasar y la llamé en voz baja”.
–A Mónica le dieron picana. Está en la enfermería con pérdidas –le dijo Trudi, que formaba parte del grupo de detenidos obligados a limpiar el lugar.
Guillén le vio un moretón que le cubría la mitad de la cara. El represor Colores, al momento de secuestrarla, le había dado un culatazo con una Itaka. Guillén le preguntó a Trudi por su beba, Claudia Victoria. “Ya se la mandaron a mis viejos”, respondió Trudi, que aún no sabía que su hija ya había sido apropiada.
En su testimonio, Guillén mencionó a varios ex detenidos con quienes compartió su cautiverio en El Olimpo, muchos por sus apodos. “Hueso, Susana Caride, Mario Villani y su señora, Laura, Rengel, Isabel Fernández Blanco, el Pato y la Pata, Isabel Cerruti junto a otros familiares, Julia Zabala Rodríguez, Ernesto y la Negrita, Chocolate, Pepe, Jorge Paladino”. Asimismo, confirmó que Marta Vaccaro, quien continúa desaparecida, estaba embarazada.
Días después, Mónica, la mujer de Guillén, fue sacada de la enfermería y encerrada en el mismo tubo que su marido. El hijo de ambos fue llevado con la madre de Mónica. Guillén se encontraría luego con José Poblete. Se abrazaron. Pepe le pidió que cuando saliera en libertad fuera a visitar a su madre, Buscarita, promesa que Guillén cumplió. Pese a que lo liberaron, Guillén y su esposa estuvieron bajo vigilancia durante más de dos años.

El debate oral se desarrolla los lunes, martes y miércoles por medio (ya que comparte sala con el juicio ESMA) de 9 a 17 en la sala de audiencias del Tribunal Oral Federal Nº 2, ubicada en el edificio de Comodoro Py, en el barrio de Retiro.

Tres hijos testimonian por sus padres desaparecidos


Con todas las partes representadas en la sala, se reiniciaron hoy las declaraciones testimoniales del juicio por los crímenes cometidos en el circuito ABO. El primer turno fue para Fernando Daniel Tocco Basualdo, cuyo padre desapareció el 12 de junio de 1977, un mes antes de que él naciera, de allí que su relato se basó en la reconstrucción familiar del hecho.
“Lo detuvieron en la vía pública, entre la una y las tres de la tarde, no hay testigos del secuestro. Era empleado, no había terminado la secundaria, tenía apenas veinte años”, contó Fernando, quien agregó que desde ese momento su madre, María Esther Basualdo, extremó las precauciones porque también la buscaban a ella. Fernando consignó que los sobrevivientes Ana María Careaga y Miguel Ángel D’Agostino vieron a su padre en el CCD Club Atlético.

Acto seguido, declaró ante el TOF Nº 2 Julieta Risso, hija de los desaparecidos Daniel Risso y Nidia Puerta. “Ella era maestra y tenía un fuerte compromiso con Cristo. Mi papá se crió en Gualeguaychú hasta que terminó la secundaria y se vino a Buenos Aires a estudiar educación física”, detalló, “con mi mamá se conocieron en un campamento de los grupos juveniles de la iglesia”.
Nidia, la madre, era de Villa Celina, donde hacía trabajo de base junto con su marido. “Participaron de Liberación Igualdad Cristiana, donde publicaban una revista. Después se comprometieron más profundamente y militaron en el peronismo, inicialmente en la agrupación 9 de Junio, luego en el MR17 que más tarde se fusionaría con el FRP convirtiéndose en el FR17”.
Mientras iban cayendo compañeros de militancia, las fuerzas represivas los fueron a buscar a la casa de sus abuelos. Golpes, amenazas e interrogatorios debieron padecer sus abuelos y un peón de la pizzería familiar, a quien incluso le llegaron a gatillar sin balas para que hablara.
El 11 de septiembre a la noche, mientras celebraban el cumpleaños de Noel Hugo Clavería, un compañero que vivía con ellos en un departamento de Villa Tesei (por entonces Morón), sintieron pasos en los techos y apagaron las luces. “Enciendan las luces si no abrimos fuego”, gritaron los secuestradores. “Hay chicos y una mujer embarazada”, respondió el papá de Julieta. “Salgan con las manos en la cabeza”, fue la orden. Así procedieron. A Daniel Risso y a Clavería los tabicaron, esposaron y golpearon. A María Esther la hicieron revolver toda la casa en busca de información incriminatoria.
“Los vecinos, hasta hoy, tienen miedo de hablar del tema. Fue un operativo muy grande”, explicó Julieta. A poco de llevarse a su padre, hicieron lo propio con su madre.
Culminado el testimonio de Julieta, fue el turno de su hermano, Pablo Martín Risso, que al momento del operativo era un niño de tres años. “Tengo recuerdos muy vagos de mi mamá y un perro que teníamos”, señaló, “recuerdo que a mi papá lo encapucharon con un vestido de mamá”. Por mucho tiempo, Pablo Martín no pudo ir a ningún cumpleaños porque rompía en llanto.
Pablo confirmó todos los dichos de su hermana. Añadió que los represores le dijeron a su abuelo que el boleto de compra-venta del departamento de Tesei estaba a nombre de su mamá, lo cual, según los represores, era prueba de que se trataba de una casa comprada por “la organización”, ya que habitualmente las ponían a nombre de las mujeres. Vaciaron el inmueble, hay vecinos que aseguran que se peleaban por el botín. Al abuelo le quitaron la chequera, le incautaron los fondos y le robaron la pizzería.
Entre el público, Julieta, su hermana, se abrazaba con Delia Barrera y Ferrando, sobreviviente del Atlético. Pablo, con las fotos de sus padres y visiblemente emocionado, cerró su declaración destacando el valor de que se juzgue a los responsables de la desaparición de sus padres.

Previo al comienzo de la audiencia de hoy, fiscalía y querella pidieron al tribunal que incorporara a la prueba reunida los documentos desclasificados  referidos al Batallón 601, en donde figuran nombres de represores y sus respectivos alias (el de Guglielminetti por ejemplo, imputado en este juicio). La querella, tal como hizo antes la fiscalía, desistió dos testigos: la Abuela de Plaza de Mayo Buscarita Roa y su hijo Fernando Navarro Roa. Elevó la petición, asimismo, de que se reprograme la declaración de Natalia Matheu para el 5 de mayo próximo, pedido al cual hicieron lugar los jueces. A las 15.30, finalizado el veredicto de la causa LAPA, declarará el ex detenido-desaparecido Juan Agustín Guillén.
Febrero 2010

El debate oral se desarrolla los lunes, martes y miércoles por medio (ya que comparte sala con el juicio ESMA) de 9 a 17 en la sala de audiencias del Tribunal Oral Federal Nº 2, ubicada en el edificio de Comodoro Py, en el barrio de Retiro.

"Ahora somos los dueños de sus vidas"


Por Natalia López
"Ahora somos los dueños de sus vidas". Eso fue lo que le dijeron a Rufino Jorge Almeida y a su mujer Claudia Estevez el día que los secuestraron. A partir de ese momento, pasaron a ser G55 y G56, primer indicio de lo que Almeida después describiría como una “metodología del miedo”.
Para obtener información sobre una persona (aparentemente adinerada) de nombre Viviana, los secuestradores llegaron a aplicarle picana y golpes de todo tipo, incluso con cadenas. Presenció, además, los maltratos perpetrados a su mujer, y la palabra “maltrato” queda chica cuando cuenta que le arrancaron parte del cuero cabelludo. Pero una de las peores torturas, a su criterio, fue estar ahí, escuchar los gritos, el dolor, los llantos, teniendo que además bancar humillaciones y promesas indignas como la de llevarlos a una “granja de recuperación”.
Su liberación tuvo que ver supuestamente con una “nueva política”: recuperar a la juventud. Para eso también había un plan. Primero la fantasía de obtener la libertad sin saber con certeza si eso iba a suceder realmente, luego nuevos interrogatorios y, una vez liberados, llegaron los controles -que eran visitas a distintas horas a su casa para asegurarse de que estuvieran siguiendo las órdenes acerca del comportamiento que debían mantener-. Por otro lado, todos los miércoles tenían la obligación de llamar a un número de teléfono para reportarse desde julio de 1978 hasta 1983, año en que la voz femenina que atendía le dijo a Almeida: “No llames más”. Ese llamado, impuesto, era lo que les recordaba que ellos “estaban ahí”.
Algunos de los torturadores identificados por el testigo fueron los apodados: Cobani, el Padre, Soler, Centeno, Facundo, el Polaco, Paco, Miguelito, Colores, el Turco Julián, Kung Fu, el Negro Raúl, Angelito y Rolando.
Una última acción, antes de liberarlos, fue el atrevimiento de llevar al padre de Almeida al último interrogatorio para que escuchara las actividades políticas/ gremiales en las que su hijo estaba involucrado. De ahí en más, sería “responsabilidad” del padre mantener a su hijo al margen de todo aquello.
Almeida fue claro y contundente en su testimonio, cuando describió el terror empleado por los represores: "Nos golpearon, violaron a las mujeres, nos torturaron. Ahora yo soy Abuelo, se robaron los bebés. ¿Qué les faltó?
Diciembre 2009


El debate oral se desarrolla los lunes, martes y miércoles por medio (ya que comparte sala con el juicio ESMA) de 9 a 17 en la sala de audiencias del Tribunal Oral Federal Nº 2, ubicada en el edificio de Comodoro Py, en el barrio de Retiro.

Delia Barrera, sobreviente de ccd Club Atlético


Hacía tres meses que Delia Barrera y Ferrando (22) y Hugo Alberto Scutari (25), ambos militantes de la JUP, se habían mudado juntos. Cinco años de novios y un proyecto de vida en común se truncarían de golpe el 5 de agosto de 1977.
Ese día Hugo fue secuestrado cerca de la estación Primera Junta, en el barrio porteño de Caballito, y horas más tarde se llevaron a Delia. Hugo, quien se desempeñaba como empleado bancario (era también delegado de base) y estudiaba Derecho, sigue desaparecido. Delia, por su parte, sobrevivió al terrorismo de Estado y ayer declaró ante el TOF N° 2, encargado de juzgar los crímenes cometidos en el circuito ABO.
“En la puerta de mi edificio me vendaron los ojos, me esposaron, me pusieron un cuchillo en el cuello y me tiraron adentro de una ambulancia. Ahí, contra el piso, me bajaron los pantalones y me metieron un dedo en la vagina. ‘Estoy buscando la pastilla de cianuro’, me dijo uno de estos torturadores, mientras me apuntaba con un revólver en la cabeza”.
A poco de arrancar, a Delia le preguntaron si conocía el tango “Caminito”. “Sí, lo conozco”, respondió ella, y acto seguido los secuestradores comenzaron a cantarlo y la obligaron a ella a hacer lo mismo. Desde entonces, Delia siente asco cada vez que escucha ese tango.
Después de un viaje de unos tres cuartos de hora, la bajaron del vehículo, la ingresaron al centro clandestino de detención Club Atlético, le quitaron el sueldo (que había cobrado ese día) y lo poco de valor que tenía encima. A partir de allí, dejó de ser Delia y pasó a ser “H-26”, tal el nombre que le asignaron en el campo.
La arrojaron en una sala oscura, sola, desnuda y engrillada. “Quedate tranquila que estoy acá”, alcanza a oír Delia. La voz de Hugo, capturado horas antes que ella, efectivamente la calma, pero dura poco, al rato los sacan al pasillo y los conducen a “la leonera”, donde son picaneados y golpeados. El represor Juan Carlos Falcón, alias Kung Fu, reprochó a sus subordinados por no golpear demasiado fuerte a los detenidos. “Yo les voy a demostrar cómo se pega”, dijo.
En “el quirófano”, además de Kung Fu, estaba Eufemio Jorge Uballes (“Führer”), quien, haciendo gala de su apodo, hacía gritar a los supliciados “Heil Hitler”. También estaba “Doctor K”, Eduardo Emilio Kalinec. “Boluda, tenés las costillas fisuradas pero no te podemos vendar porque te podés ahorcar con las vendas”, le dijo a Delia luego de una brutal tortura.
Kalinec presenció el testimonio de Delia en la sala de audiencias, pese a que ésta hubiera preferido no sentir la mirada de ex policía federal. Con valentía, Delia recordó con detalles el horror que padeció adentro del Club Atlético. La acompañó una foto de Hugo, que colocó sobre una maqueta del centro clandestino, y los cientos de familiares y militantes por los derechos humanos que llenaron la sala y la aplaudieron entre lágrimas. Una mujer, en la bandeja superior, no aplaudió. Era una hija de Kalinec, de unos treinta y cinco años, quien seguramente aún no puede creer las cosas de las que fue capaz su padre.